Volví.
Es raro escribir de nuevo. El teclado endurecido, las ideas congeladas. Todo y todos de piedra, hasta mis memorias. Que qué sí y qué no. Como si la poesía fuera una lluvia de estrellas.
Cinco años. Cinco años han pasado desde mi último suspiro letrado. Soy y no soy a quien dejé expectante, llena de ideas y emoción del porvenir. Sigo siendo risas pero ahora tras bambalinas. Y los monstruos me siguen hablando, pero sólo cuando estoy dormida.
Un día desperté y al verme en el espejo ya era una mujer casada. Casada. Enlazada. Con sueños. Pero adulta. Con chispa. Pero moderada.
¿Es que los años reducen la energía de los fusibles humanos? No escribo para decir que ya no soy, escribo para decir que sigo sin ser. Que salto sin querer. Que lo planeo casi todo.
Y sí, si volteases a verme desde las ramas del pasado dirías que no está ya el colibrí ambulante, desfasado y atolondrado que tanto amó su público.
A ver. No vengo a decir que la vida me dio grandes lecciones, ni que ya contemplo los amaneceres con la sabiduría de quien su mente elevó. No. Yo sigo llorando por los perros abandonados, por los niños golpeados, y sí, sigo temiendo a la oscuridad.
Quisiera decir que a los 28 comenzó mi sequía creativa, que la tragedia me pesó más que la vida, pero lo cierto es que soy feliz, al menos en mis mejores momentos. Pues venga, empuñemos la espada y elevemos la cara, que para andar bien y sin pausas hay que andar de suerte.
Entonces...
Que el camino nos guíe por los atardeceres en compañía selecta. Hoy brindo por el mundo, que se acaba y no se acaba nunca. *tin**ffffff**aaah*
¡Que sí! ¡Que he vuelto!
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