viernes, 11 de octubre de 2019

Falta un día para mi cumpleaños



Presunción aparte, a lo largo de mi vida he dado grandes fiestas de cumpleaños.

Al principio, de niña, era mi mamá quien se encargaba de organizarlo todo, siempre poniendo detalles distintivos o actividades modernas, que a otros padres no se les había ocurrido hacer. Cuando en la primaria era común ir a la casa del cumpleañero en cuestión y comer pastel, mi mamá ya había apartado toda una fila en el cine para ver la película del momento.

Ya de adulta, soy yo quien casualmente comienzo a recordarle a la gente que pronto será mi aniversario, y los animo a participar en la elección del mejor lugar para festejarlo. Creía que organizar no era lo mío, pero cuando se trata de esta fecha en específico, no pienso en otra cosa que no sea estar riéndome y bailando con las personas que amo. Y lo he conseguido. Así ha sido a lo largo de mi vida, con sus más y sus menos.

Como habría de esperarse, muchas cosas importantes han pasado mientras yo celebraba un año más de vida: un primer beso, una platica profunda hasta el amanecer y una resaca de infierno son las primeras que me vienen a la mente.
He visto amigos que no se conocían entre sí enamorarse profundamente, gente separarse de su pareja para quedarse con alguien que conocieron en el festejo, he sido cargada hacia una lámpara en el techo mientras sonaba a todo volumen la famosa "Chandelier" de Sia, han salido de mi casa a la 1am para volver a las 4am sin saber por qué; he peleado, llorado y reído a la vez. He arrastrado a mis amigos más íntimos a los bares más escabullidos, por no decir, anti-higiénicos, de la capital. He hecho, deshecho, y más.

Pero también me he dado cuenta de algo. No soy yo la que ha creado estas situaciones, esta felicidad sin límites, esas risas estruendosas y esas ganas de charlar sin mirar al reloj. Es la gente extraordinaria, y hablo de personas genuinamente interesantes, brillantes y de corazón gigante que he tenido la fortuna de conocer, quienes llevan la magia consigo a todos lados, incluyendo mis aniversarios.
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Hoy me encuentro tumbada en la cama sin aún haber caído el sol, despues de batallar con una fiebre que me ha dejado más débil que un diente de león. Me refiero a la flor, no al diente de un león. He faltado dos días al trabajo que me apasiona, y no dejo de recordármelo.
Pero a veces así es la vida, te hace parar en determinados momentos, sólo para hacerte saber que el mundo sigue. Y seguirá.

Este año no tendré festejo, y nada se va a detener por ello. Al contrario, si acaso, salvaré de la desvelada profunda a dos o tres. Con todo y todo, sigo sintiéndome querida por ellos, cercanos o lejanos. Aún con estos cambios de "adultez", como solemos llamarle, sigo y seguiré recordándoles como esas almas libres que alguna vez bailaron y cantaron a todo pulmón hasta que la ciudad se despertó.

Falta un día para mi cumpleaños, y yo sólo me pregunto,

¿Es esto agradecer?




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