lunes, 7 de julio de 2025

9:11 am. Qué locura. Mi vida comienza temprano ahora.



9:11 am... Antes, mi vida empezaba de noche.

Era a las 21:11 cuando sentía que el mundo se abría, que el humo del cigarro sabía mejor, que el dolor y el deseo eran lo mismo. 

Ahora, todo empieza más temprano.

Y anoche soñé con un lugar que no pienso contarle a nadie.

Hoy desperté antes de lo que solía hacerlo, con dos voces pequeñitas pidiendo por “mamá”.
Me dolía la espalda, los ojos me ardían, pero no sentí cansancio.
Sentí fuego.

He pensado mucho en cómo la maternidad me ha roto.
No de la forma dulce y suave que te venden.
Me rompió en mil pedazos filosos y ahora ya no le temo a nada.
Ni a la soledad.
Ni a la madrugada.
Ni a los días de silencio.

Antes quería escribir para ser leída.
Ahora le escribo al viento.
Pero si alguien, en su diario andar, lee esto, que sepa:

No me asusta querer.
No me asusta amar tan fuerte que me tiemble el cuerpo.
No me asusta quedarme sola después.

Porque ya he visto lo peor y he sobrevivido.
Porque ya soy la mujer que no se rompe, la mujer que arde.

Y aunque ya no pienso en el miedo, pienso en el fuego.
En ese fuego que a veces nace en un pensamiento suave,
o en un recuerdo que roza la piel como el viento.

Porque no todo es amor. A veces, solo es la memoria del calor.
Y a veces, recordar también es un tipo de fuego.

Y mientras tanto, aquí estoy, viendo amanecer con ellas,
mis dos pequeñas llamas que me enseñan cada día
que el fuego, cuando es amor, también puede ser hogar.

                  

                                                                                                - C

domingo, 2 de mayo de 2021

¿Cuándo fue la última vez que escribimos que nos queríamos morir?



Cyn, no está permitido truequear felicidad sin combustible.

Volcar las calles,

pretender que el mundo se detendrá con un silencio,

tampoco.

Tus chasquidos sin ritmo,

que finjas que nada pasa,

menos.


¿Quieres salvar los días de sol?

Mira estas ventanas que son tu ojos.

Pasadas las lágrimas todo es belleza,

y se puede volver a comenzar.


Obsérvate gritando al viento aquel jueves.

Ahí donde te llamaste demente,

encontraste un lugar donde confiar.


¿Cuándo fue la última vez que escribimos 

que nos queríamos morir?


Porque estoy re visitando el archivo,

y aunque me quieras cambiar el tema

las notas al pie son bien claras.


Que siempre hay más fuerza de la calculada.

Y si hoy la debilidad te embriaga,

es a falta de una chispa

que muestre el poder de las flamas

escondidas bajo tus ropas.


Saltar la soga está prohibido,

Soñar despierta también.


Cyn, si lo que tú quieres es combustible…


¿A qué hora iremos por él?


domingo, 14 de junio de 2020

Cuando la vida no es algodón de azúcar


Cuanto más lejos creo que estoy, menos me he movido.


Me encuentro enterrada en lo que pareciera una ilusión. Sin estabilidad, sin botón de pausa tampoco. Hay días que quisiera cerrar las persianas para nunca volver a abrirlas, pero me levanto y lo hago como un obediente robot, a la par de mis manecillas de espera. Te espero a ti. 

Clases de vuelo una vez por semana, y el resto a caer sin herirse, al menos no tanto, no tan profundo. 
Que siento que nadie me tiene en sus pensamientos y como que me congelo. ¡Caray! Estamos por entrar al verano y yo sigo queriendo el abrigo de quien no se va de tu lado.

Estoy inerte ahora que sueño; ni las pesadillas me hacen correr, ni las palmas bailar al compás.

No anhelo y no concibo los días sin la extrañeza de lo humano; tampoco estoy comiendo.

Quien busca entenderme normalmente termina perdido en su propio laberinto. Quien me hiere, perece afectado de la manera más bárbara: por sí mismo. Nada de esto me alegra, por supuesto.

Quieren que caiga. Las voces en mi cabeza quieren que incline la vista, a modo de reverencia de quien perdió la apuesta más grande de su vida. 
Pero no lo haré.

Me levantaré y abriré las pesadas persianas: ¿Ya te diste cuenta? Son mis pestañas.

Tomaré jugo de naranja a diario y cocinaré los recuerdos más notables: un rayo del atardecer, el viento fresco del mediodía, la sangre corriendo por mi nariz, mis torpezas, que me recuerdan que estoy más viva que aquel día que me perdí en tus sueños de poder y conquista.

Pasan las horas, el café se enfría. ¿Son rosas las nubes hoy? ¡Mira! Ya puedo pararme en mis propios pies, la práctica de vuelo finalmente está mostrando sus frutos. 

Pastel de zanahoria para mi, que no le temo a nada. Ya lo saben, que afligida sí estoy, pero siempre bien postrada en mis vías termoeléctricas de carrera rápida. 

Oye, no es tiempo de lágrimas, ya lo veo muy claro: estamos estrechando la mano, los labios no nos arden más, las risas nos siguen dejando sin aire. 

Parece triste, pero la lluvia es la que me da hoy la energía para salir victoriosa. Hay quien cree que actúo como niña sobre los charcos. A mí me gusta pensar que entre más genuino se es, menos profundo es el océano de cada arrepentimiento. 

Son los miedos los que nos tienen de la mano muchas veces, disfrutemos pues esos malos tragos.

Te lo repito, y lo seguiré haciendo: cuanto más lejos creo que estoy, menos me he movido.

Ven a buscarme.

viernes, 11 de octubre de 2019

Falta un día para mi cumpleaños



Presunción aparte, a lo largo de mi vida he dado grandes fiestas de cumpleaños.

Al principio, de niña, era mi mamá quien se encargaba de organizarlo todo, siempre poniendo detalles distintivos o actividades modernas, que a otros padres no se les había ocurrido hacer. Cuando en la primaria era común ir a la casa del cumpleañero en cuestión y comer pastel, mi mamá ya había apartado toda una fila en el cine para ver la película del momento.

Ya de adulta, soy yo quien casualmente comienzo a recordarle a la gente que pronto será mi aniversario, y los animo a participar en la elección del mejor lugar para festejarlo. Creía que organizar no era lo mío, pero cuando se trata de esta fecha en específico, no pienso en otra cosa que no sea estar riéndome y bailando con las personas que amo. Y lo he conseguido. Así ha sido a lo largo de mi vida, con sus más y sus menos.

Como habría de esperarse, muchas cosas importantes han pasado mientras yo celebraba un año más de vida: un primer beso, una platica profunda hasta el amanecer y una resaca de infierno son las primeras que me vienen a la mente.
He visto amigos que no se conocían entre sí enamorarse profundamente, gente separarse de su pareja para quedarse con alguien que conocieron en el festejo, he sido cargada hacia una lámpara en el techo mientras sonaba a todo volumen la famosa "Chandelier" de Sia, han salido de mi casa a la 1am para volver a las 4am sin saber por qué; he peleado, llorado y reído a la vez. He arrastrado a mis amigos más íntimos a los bares más escabullidos, por no decir, anti-higiénicos, de la capital. He hecho, deshecho, y más.

Pero también me he dado cuenta de algo. No soy yo la que ha creado estas situaciones, esta felicidad sin límites, esas risas estruendosas y esas ganas de charlar sin mirar al reloj. Es la gente extraordinaria, y hablo de personas genuinamente interesantes, brillantes y de corazón gigante que he tenido la fortuna de conocer, quienes llevan la magia consigo a todos lados, incluyendo mis aniversarios.
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Hoy me encuentro tumbada en la cama sin aún haber caído el sol, despues de batallar con una fiebre que me ha dejado más débil que un diente de león. Me refiero a la flor, no al diente de un león. He faltado dos días al trabajo que me apasiona, y no dejo de recordármelo.
Pero a veces así es la vida, te hace parar en determinados momentos, sólo para hacerte saber que el mundo sigue. Y seguirá.

Este año no tendré festejo, y nada se va a detener por ello. Al contrario, si acaso, salvaré de la desvelada profunda a dos o tres. Con todo y todo, sigo sintiéndome querida por ellos, cercanos o lejanos. Aún con estos cambios de "adultez", como solemos llamarle, sigo y seguiré recordándoles como esas almas libres que alguna vez bailaron y cantaron a todo pulmón hasta que la ciudad se despertó.

Falta un día para mi cumpleaños, y yo sólo me pregunto,

¿Es esto agradecer?




martes, 2 de julio de 2019

Otra vez son las 21:11. Un escrito desde Múnich.




Otra vez son las 21:11. Esas horas que me persiguen y que saben que no puedo escaparme. 
9:11, ya sabes. Como quieras escribirlo. 
Escucho cierto nombre por todos lados y no hago más que aspirarle fuerte al tabaco. Me siento poeta sin rumbo. Pero sin falla. Apuesto aquí y algo pasa.
Me gusta recordar todo lo que el mundo me ha enseñado; recordarlo, pero contarlo a los demás también. 
Que la despedida nos ha dolido a todos, sí, y qué sorpresa, que de no esperar nada lo obtuvimos todo. Y más. 
Pareciera que fumar la cajetilla al día es cosa europea, pero en realidad es asunto de quien anda inspirado. Eso digo yo, que me encanta vomitar palabras. Como siempre. O no. Porque he cambiado pero a la vez siento que más bien me he asentado. 
Encontré mi sitio, mi rumbo. 
Las mismas ganas de abrazar a mi esposo son las que me llevan también a querer explorar nuevos lugares. Sonreír, llorar, todo el mismo día. 
Porque eso somos, ¿verdad? Pequeños escritorsillos de pacotilla que intentan plasmar los latidos más furibundos. Vivir hasta el último aliento, vivir para estar ahí, pero como dicen, también para mostrarlo. 
Quería un tatuaje, pero las marcas que la gente deja en el alma valen más que mil punzadas esperanzadoras que no van a crear nada sino arte. 
Eres arte, mundo. Eres arte y a la vez eres terrible. Terrible porque no permites un segundo sin dolor, sin amor o sin miedo. Y sentir esos tres vejestorios de la historia a la vez no deja ni el mínimo espacio requerido para suspirar.
Por ahora no me queda más que dar otra calada. Espirar. Pensar en el futuro.
En unas horas abrazo a mi esposo. 
Mañana, igual y lo llevo a África conmigo.

martes, 15 de enero de 2019

Volví.

Es raro escribir de nuevo. El teclado endurecido, las ideas congeladas. Todo y todos de piedra, hasta mis memorias. Que qué sí y qué no. Como si la poesía fuera una lluvia de estrellas.

Cinco años. Cinco años han pasado desde mi último suspiro letrado. Soy y no soy a quien dejé expectante, llena de ideas y emoción del porvenir. Sigo siendo risas pero ahora tras bambalinas. Y los monstruos me siguen hablando, pero sólo cuando estoy dormida.

Un día desperté y al verme en el espejo ya era una mujer casada. Casada. Enlazada. Con sueños. Pero adulta. Con chispa. Pero moderada.

¿Es que los años reducen la energía de los fusibles humanos? No escribo para decir que ya no soy, escribo para decir que sigo sin ser. Que salto sin querer. Que lo planeo casi todo.

Y sí, si volteases a verme desde las ramas del pasado dirías que no está ya el colibrí ambulante, desfasado y atolondrado que tanto amó su público.

A ver. No vengo a decir que la vida me dio grandes lecciones, ni que ya contemplo los amaneceres con la sabiduría de quien su mente elevó. No. Yo sigo llorando por los perros abandonados, por los niños golpeados, y sí, sigo temiendo a la oscuridad.

Quisiera decir que a los 28 comenzó mi sequía creativa, que la tragedia me pesó más que la vida, pero lo cierto es que soy feliz, al menos en mis mejores momentos. Pues venga, empuñemos la espada y elevemos la cara, que para andar bien y sin pausas hay que andar de suerte.

Entonces...

Que el camino nos guíe por los atardeceres en compañía selecta. Hoy brindo por el mundo, que se acaba y no se acaba nunca. *tin**ffffff**aaah*

¡Que sí! ¡Que he vuelto!